Aquí os dejo estos apuntes que he obtenido de este site de mi compañera https://sites.google.com/site/filocarmens/home/filosofia-y-ciudadania/tema-4-el-ser-humano en el que podeis encontrar más información sobre el tema y la presentación que veremos en clase para repasarlo.
Os dejo este artículo del filósofo español Jose Antonio Marina, publicado en Muy Historia. Lo leeremos para reflexionar acerca de la necesidad de la filosofía hoy en día.
La filosofia como servicio público
«Me gusta hablar de filosofía. Creo que la primera obra de misericordia es
intentar contagiar nuestros entusiasmos. Con frecuencia, los filósofos no justificamos
bien la importancia de nuestro trabajo. Repetimos con demasiada ligereza que “no es
útil para nada”, y que plantea muy bien las preguntas pero no sabe dar las respuestas.
No seré yo quien lo diga. Me irrita esa idea de que estamos en las nubes. La filosofía
es ante todo la capacidad de enfrentarse inteligentemente con los problemas prácticos
y eso exige estar superlativamente en la realidad. A veces da la impresión de que es
una viejecita que mira nostálgicamente las fotos de familia: “¡Ay, qué guapo era el
abuelo Platón! ¡Y qué ricos éramos cuando vivía Hegel! ¡Y cómo nos divertíamos
cuando nos disfrazábamos de existencialistas con Sartre!”. Conmigo no cuenten para
esta consagración de la melancolía. Reivindico una filosofía de frontera, que sintetiza
el pasado para entender el presente y procurar que no nos equivoquemos en el futuro.
Esta es una actividad imprescindible para el buen ejercicio de la ciudadanía y, por lo
tanto, debe considerarse un servicio público. Hace años, Jacques Derrida defendió
que había un “derecho a la filosofía”, que había que incluir dentro del repertorio de
derechos humanos. Y Jacques Lévine, organizador de los grupos de filosofía en la
escuela francesa, ha publicado hace poco un libro con el despampanante título: “¿Es
el niño filósofo la esperanza del futuro?”
Parecen afirmaciones exageradas; por ello, antes de admitirlas, conviene
someterlas a crítica. Para hacerlo, responderé a dos preguntas esenciales. ¿Qué es la
filosofía? ¿Por qué debemos entender la filosofía como un servicio público?
Comenzaré por la primera. En este número de MUY HISTORIA van a encontrarse con muchos pensadores pensando cosas distintas, y eso puede producirles cierto
desconcierto. Para salir de él, conviene que vean la historia de la filosofía como el
desplegarse de una experiencia, de la misma manera que la historia de la pintura es el
despliegue de la experiencia pictórica. En cierto sentido, la filosofía se identifica con el
dinamismo de la inteligencia humana, que quiere conocer, explorar, hacerse
preguntas, comprender lo que pasa, juzgar adecuadamente. Prolonga ese afán infantil
por hacer preguntas en cascada. Pero a estas alturas, podemos precisar más su
contenido. La filosofía es la reflexión crítica que hace la inteligencia humana
sobre sí misma, sobre sus límites, sobre sus creaciones, sobre el ser humano y
su relación con la realidad, sobre su destino. Por eso estudia todo lo que la
inteligencia ha hecho, sus grandes expectativas y pretensiones: ciencia, arte, religión,
sistemas políticos, formas de vida, e incluso la misma filosofía, que se convierte así en
objeto para sí misma. Las demás ciencias son especializadas. La filosofía es un saber
de segundo nivel. Nos permite asomarnos a un balcón y ver desde allí el resto de las
actividades humanas.
Para comprender el alcance de esta definición, debemos recordar que la
finalidad de la inteligencia no es conocer, sino dirigir bien el comportamiento
aprovechando la información para resolver los problemas planteados por la situación,
para resolver los problemas que la vida nos plantea. Hay que saber para saber actuar
bien. Por eso, los griegos creadores de la palabra “filosofía” consideraban que era,
ante todo, un modo inteligente de vivir. Me parece una buena definición. Los
problemas con que inevitablemente nos enfrentamos pueden ser teóricos o prácticos.
Se diferencian porque un problema teórico se resuelve cuando CONOZCO la solución.
Es lo que sucede con los científicos o matemáticos. En cambio, los problemas
prácticos no se resuelven cuando conozco la solución, sino cuando la pongo en
práctica, que suele ser lo más difícil, porque entran en juego ideas, creencias,
intereses, miedos, emociones, filias y fobias. Es sin duda mucho más complicado. Se
puede ganar un premio Nobel de Física o de Química antes de los treinta años (hay
casos) pero no se puede ser un buen clínico, o un buen político a esa edad.
A todos nos interesa saber a qué atenernos, orientarnos entre las ideas y las
cosas, ejercer el pensamiento crítico para que no nos engañen o nos manejen como
ovejas. Saber identificar a los gorrones o a los timadores es una imperiosa necesidad
individual y social. Esta es una tarea filosófica, que nos lleva a la segunda pregunta.
¿Por qué digo que la filosofía es un servicio público?
Después de dedicarme durante décadas al estudio de la inteligencia como
facultad personal, caí en la cuenta de algo obvio: que esa inteligencia individual se
desarrolla siempre en un entorno social, que la deprime o impulsa. No existe la
inteligencia aislada. Nuestra inteligencia personal es fruto de la cultura. Lo que
creamos, nos crea. Por ello, si queremos comportarnos inteligentemente, tendremos
que esforzarnos en construir una sociedad inteligente, porque gran parte de lo que
pensamos y sentimos lo decide nuestro entorno, sin que nos demos cuenta. Y si
ese entorno se encanalla nos encanallamos todos. “¡Qué difícil es no caer cuando todo
cae!”, se quejaba Antonio Machado. Vivimos en precario. Ninguna de las grandes
invenciones de la inteligencia humana –la democracia, los derechos humanos, la
dignidad como concepto básico, la igualdad- son estables. La historia ha contemplado
colapsos culturales terribles, y no estamos a salvo de ellos. Nuestro único seguro de
vida es aumentar la inteligencia social, la sabiduría compartida, la capacidad crítica
para defender lo bueno y rechazar lo injusto. De esto debe encargarse la filosofía. Las
contaminaciones ideológicas son más graves que las químicas.
Pero la filosofía no podrá ejercer su función pública si se mantiene en un plano
teórico. La educación debe poner en práctica, llevar a las inteligencias y a los
corazones de todas las personas, lo que esa filosofía comprometida y responsable
justifica y legitima. Al hablar de educación no estoy hablando de clases, asignaturas,
diplomas, sino de algo transcendental. Educar es la facultad que define al ser humano.
Somos la especie que educa a sus crías. No es una exageración. La última gran
mutación de la que emergió el cerebro moderno sucedió aproximadamente hace
doscientos mil años. Desde entonces, la evolución ha ido seleccionando algunas
capacidades, pero en esencia nuestros niños nacen con un cerebro del pleistoceno.
Sin embargo, a los diez años, su configuración es muy diferente. En ese período ha
asimilado, con una rapidez increíble, lo que la especie humana tardó doscientos mil
años en inventar: el lenguaje, la regulación de las emociones, las formas de
convivencia, los sistemas de control de la conducta, la voluntad, la libertad, la cultura.
Los casos conocidos de niños lobos demuestran que el cerebro infantil es un
poderosísimo sistema de aprendizaje, que en un entorno lobuno aprende pautas
lobunas, y en un entorno humano aprende pautas humanas. Somos híbridos de
naturaleza y cultura, lo que significa que nuestro destino está pendiente de la
educación que es quien realiza esa unión. Tradicionalmente, la educación se limitaba
a transmitir las vigencias sociales, pero en este momento esa tarea meramente
instrumental no basta. Tiene que convertirse en garante del futuro. Es el mecanismo
impulsor de la evolución cultural. El de la evolución biológica fue la selección natural.
Esa ya no nos sirve. Como mecanismo evolutivo, la educación debe ser consciente de
las metas –para eso debe apoyarse en la filosofía- , transmitirla a los ciudadanos, y
formar a profesionales, científicos, técnicos y políticos para que la hagan progresar.
No me cabe duda: la filosofía es un servicio público. Debe proporcionar el
fundamento teórico de esa actividad constituyente de nuestro ser que es la educación.
Por eso felicito a MUY HISTORIA por este número, que permite acercar al gran
público una página esencial de nuestra vida.»
Con este video sobre el mito de la caverna que escribió el filósofo griego Platón podemos entender qué pretende la filosofía. Después de verlo responde a estas preguntas:
1.- ¿Qué crees que quiere decir el mito? ¿Qué interpretaciones se te ocurren?
2.- ¿Por qué crees que el prisionero que sale desea volver a la caverna para contárselo a sus compañeros?
3.- ¿Se te ocurre alguna relación entre la situación de estos prisioneros y la actualidad (televisión, nuevas tecnologías…)?
También puedes leer el mito:
«-Después de eso -proseguí – compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor las cabeza. Más arriba y más lejos se halla l luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.
-Me lo imagino.
– Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
-Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
-Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?
-Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
-¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro del tabique?
-Indudablemente.
-Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven?
-Necesariamente.
-Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿ no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?
– ¡Por Zeus que sí !
– ¿ Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?
– es de toda necesidad.
– Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y , al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿ Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿ no piensas que se sentiría en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?
– Mucho más verdaderas.
– Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿ no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?
– Así es.
– Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿ no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos ?
– Por cierto, al menos inmediatamente.
– Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.
-Sin duda.
– Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su propio ámbito.
-Necesariamente.
-Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.
– Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
– Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?
– Por cierto.
-Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y que envidiaría a los más estaría deseoso de todo eso y que envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquellos? ¿ O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida ?
– Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.
– Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
– Sin duda.
– Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?
– Seguramente.
– Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que ha en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mi me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.
– Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.
– Mira también si lo compartes en esto: no hay que asombrarse de que quienes han llegado allí no estén dispuestos a ocuparse de los asuntos humanos, sino que sus almas aspiran a pasar el tiempo arriba; lo cual es natural, si la alegoría descrita es correcta también en esto.
– Muy natural.
– Tampoco sería extraño que,de contemplar las cosas divinas, pasara a las humanas, se comportase desmañadamente y quedara en ridículo por ver de modo confuso y, no acostumbrado aún en forma suficiente a las tinieblas circundantes, se viera forzado, en los tribunales o en cualquier otra parte, a disputar sobre sombras de justicia o sobre las figurillas de las cuales hay sombras, y a reñir sobre esto del modo en que esto es discutido por quienes jamás han visto la justicia en sí.
– De ninguna manera sería extraño.
– Pero si alguien tiene sentido común, recuerda que los ojos pueden ver confusamente por dos tipos de perturbaciones: uno al trasladarse de la luz a la tiniebla, y otro de la tiniebla a la luz; y al considerar que esto es lo que le sucede al alma, en lugar de reírse irracionalmente cuando la ve perturbada e incapacitada de mirar algo, habrá de examinar cuál de los dos casos es: si es que al salir de una vida luminosa ve confusamente por falta de hábito, o si, viniendo de una mayor ignorancia hacia lo más luminoso, es obnubilada por el resplandor. Así, en un caso se felicitará de lo que le sucede y de la vida a que accede; mientras en el otro se apiadará, y si se quiere reír de ella, su risa será menos absurda que si se descarga sobre el alma que desciende de la luz.»
Aquí os dejo los dos textos con los que iniciaremos el tema El saber filosófico:
“Imaginemos a un hombre que salió de su casa y ha sufrido un accidente en la calle a consecuencia del cual perdió el conocimiento y fue trasladado a una clínica o a una casa inmediata. Cuando vuelve en sí se encuentra en un lugar que le es desconocido, en una situación cuyo origen no recuerda. ¿Cuál será su preocupación inmediata, la pregunta que en seguida se hará a sí mismo o a los que le rodean? No será, ciertamente, sobre la naturaleza o utilidad de los objetos que ve a su alrededor, ni sobre las medidas de la habitación o la orientación de su ventana. Su pregunta será una pregunta total: ¿qué es esto? O, mejor, una que englobe su propia situación ¿dónde estoy?, ¿por qué he venido aquí? Pues bien, la situación del hombre en este mundo es en un todo semejante. Venimos a la vida sin que se nos explique previamente qué es el lugar a donde vamos ni cuál habrá de ser nuestro papel en la existencia. Tampoco se nos pregunta si queremos o no nacer. Cierto que, como no nacemos en estado adulto sino que en la vida se va formando nuestra inteligencia, al mismo tiempo nos vamos acostumbrando a las cosas hasta verlas como lo más natural e indigno de cualquier explicación. A los primeros e insistentes porqués de nuestra niñez responden nuestros padres como pueden, y el inmenso prestigio que poseen para nosotros de una parte, y la oscura convicción que tiene el niño de no estar en condiciones de llegar a entenderlo todo, de otra, nos hacen aceptar fácilmente una visión del Universo que, en la mayor parte de los casos, será definitiva e inconmovible. Sin embargo, si adviniéramos al mundo en estado adulto, nuestra perplejidad sería semejante a la del hombre que, perdido el conocimiento, amaneció en un lugar desconocido. Si este mundo que nos parece tan natural y normal fuera de un modo absolutamente distinto nos habituaríamos a él con no mayor dificultad. Llegada la inteligencia a su estado adulto suele, en algún momento al menos, colocarse en el punto de vista del no habituado, de su nesciencia profunda frente al mundo y a sí mismo. En ese instante está haciendo filosofía. Muchos hombres ahogan en sí esa esencial perplejidad: ellos serán los menos dotados para la filosofía; otros la reconocen como la única actitud sincera y honesta y se entregan a ella: éstos serán profesionales o no filósofos.”
Rafael Gambra, filósofo español, en su libro “Historia sencilla de la filosofía”
Actividad:
1. Resume la idea o ideas principales del texto.
2. Señala una parte que te guste y di por qué
3. Alguna vez has tenido la sensación que describe el texto
4. Cómo responderías a la pregunta acerca de quién eres
Texto: origen de la filosofía
Todos los hombres desean por naturaleza saber. Así lo indica el amor a los sentidos; pues, al margen de su utilidad, son amados a causa de sí mismos (…) La llamada sabiduría versa sobre las primeras causas y los primeros principios. (…) Que no se trata de una ciencia productiva, es evidente ya por los primeros que filosofaron. Pues los hombres comienzan y comenzaron a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes mas comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y la generación del universo. Pero el que se plantea un problema y se admira reconoce su ignorancia.(…) De suerte que, si filosofaron para huir de su ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento, y no por alguna utilidad. Y así lo atestigua lo ocurrido. Pues esta disciplina empezó a buscarse cuando ya existían casi todas las cosas
necesarias y las relativas al descanso y al ornato de la vida. Es, pues, evidente que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino que, así como llamamos hombre libre a aquel que es para sí mismo y no para otro, así consideramos a ésta como la única ciencia libre, pues esta es sola para sí misma.
Aristóteles Metafísica Libro I 1 y 2
1.- ¿Qué es lo que motivó a los hombres a filosofar?
2.- ¿Qué se entiende por filosofar?
3.- ¿Qué crees que significa la frase “filosofaron para huir de su ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento, y no por alguna utilidad”?
4.- ¿Qué has entendido del texto?
TEXTO 3
La Filosofía sirve para “detestar la estupidez”
Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa.Sólo tiene este uso: denunciar la bajeza del pensamiento bajo todas sus formas. ¿Existe alguna disciplina, fuera de la filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual sea su origen y su fin? Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las víctimas y de los autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo y afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confundan los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral o la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios. ¿Quién, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto? La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: expresa de desmixtificación. Y, a este respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean, la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que querrían, que respectivamente les prohíbe, aunque sólo sea por el qué dirán, ser todo lo estúpida y lo baja que cada una por su cuenta desearía. No les son permitidos ciertos excesos, pero ¿quién, excepto la filosofía, se los prohíbe? ¿quién les obliga a enmascararse, a adoptar aires nobles e inteligentes, aires de pensador? Ciertamente existe una mixtificación específicamente filosófica; la imagen dogmática del pensamiento y la caricatura de la crítica lo demuestran. Pero la mixtificación de la filosofía empieza a partir del momento en que ésta renuncia a su papel desmixtificador, y tiene en cuenta los poderes establecidos: cuando renuncia a detestar la estupidez, a denunciar la bajeza. Es cierto, dice Nietzsche, que actualmente los filósofos se han convertido en cometas Pero desde Lucrecio hasta los filósofos del siglo XVIII debemos observar estos cometas, seguirlos todo lo posible, hallar su camino fantástico Los filósofos-cometas supieron hacer del pluralismo un arte de pensar, un arte crítico. Supieron decir a los hombres lo que ocultaba su mala conciencia y su resentimiento. Supieron oponer a los valores y a los poderes establecidos aunque no fuera más que la imagen de un hombre libre. Después de Lucrecio ¿cómo es posible preguntar aún: para qué sirve la filosofía?
Gilles Deleuze
1.- Explica qué quiere decir el texto desde tu punto de vista
2.- Señala un párrafo que quieras compartir con los demás, y explica por qué.
3.- ¿Por qué, según el autor del texto, la Filosofía hace de la estupidez una cosa vergonzosa?
Este es un fragmento de la película Flor del desierto, basada en la historia real de una somalí, WARIS DIRIE que huyó para evitar ser obligada a casarse y que se convertiría en una famosa modelo. Fue víctima de la ablación y se dedicó por ello a contar en qué consiste y a luchar para lograr erradicarla.
Esta es su historia
Un ejemplo de violación de los derechos humanos
La ong Mundo cooperante es una de las muchas que luchan contra esta práctica.
Intenta explicar qué dice y reflexiona sobre ello.
Este es el discurso que una niña de 12 años dio en la ONU en 1992. Después de verlo responde a las siguientes cuestiones:
1) Haz una lista con las cosas que denuncia y otra lo que ella pide
2) ¿Qué opinas sobre lo que dice? Encuentra dos argumentos con los que estés de acuerdo y explica por qué.
3) Busca argumentos para rebatir algo de lo que ella dice (no tiene que ser necesariamente lo que tu piensas).
4) Di tres cosas concretas que los gobernantes podrían hacer para resolver los problemas que ella plantea o para llevar a cabo sus deseos. ¿Por qué crees que los gobernantes no lo hacen?
Después de ver este video, elabora una reflexión sobre lo que el presidente de Uruguay dice. Recuerda las pautas para escribir una buena reflexión y sobre todo argumenta todo lo que quieras decir.